NO HAY PLATA es una de las mejores definiciones de la situación económica del Estado Argentino. Ante la manifestación de “No hay plata”, poco más se puede argumentar; no obstante, esa definición no siempre deja conforme a quien la recibe. Aquellos a quienes la necesidad apremia, se indignan, amargan o incluso descreen, son los que el populismo les deformó el pensamiento virtuoso. Otros lo toman con resignación, aunque esta tiene límites; luego están los criteriosos, los que tienen memoria y aceptan con el convencimiento de que la plata se la llevaron los que pasaron antes por el poder.
“No hay plata” debe tener un límite, un límite que nadie conoce. En materia económica, el tiempo es caprichoso y, en ocasiones, adverso.
“No hay plata” es tan triste tanto para quien lo confiesa como para quien lo recibe.
“No hay plata” tiene mucho que ver con lo que publiqué en un artículo anterior titulado Utopía.
Admiro la sabiduría del gobierno para traernos hacia la estabilidad sin recursos frescos, admiro la resiliencia con la que la gente de bien lo soporta. Me dan asco los corruptos y malversadores políticos que medran desde la oposición y que fueron los que nos trajeron hasta aquí. Me indignan los gobiernos e instituciones monetarias que, ante una situación dramática como la que vive la Argentina, miran desde la barrera qué somos capaces de hacer sin la ayuda que este Plan Económico se merece.
Si todo sale bien, como se espera, el mundo entero tendrá en el ejemplo argentino del gobierno del presidente Milei un caso claro de lo que antes o después deberán hacer los gobiernos despilfarradores que abundan en occidente ante el derrumbe de sus economías y monedas.
No por nada el precio del Oro está en máximos históricos.