Derecha e Izquierdas
Aunque es bien conocido, conviene recordar que este concepto “topográfico” de izquierda y derecha nace de la diversidad política que proviene del parlamento francés, cuando en 1789 se debatían entre monárquicos y republicanos el destino de Francia, y fue la posición en el hemiciclo de ambos partidarios, la que dio lugar a tal denominación. Pero más allá de la cuestión “topográfica”, primera observación de importancia, había una forma de ver y sentir en cada sector respecto de la organización de la nación absolutamente contrapuesta. Detrás de cada posición, había una idea bien concebida sobre lo sustancial, o sea, en quien debía residir el poder, si en lo divino o en el pueblo. Corresponde decir que aun hoy las posiciones antagónicas bajo la denominación de izquierdas y derechas tienen vigencia, no ya en cuanto a si monarquía o república, sino en cuanto al concepto permanente de cambios radicales que anida en la izquierda (aun sin saber que cambiar o en qué sentido), respecto del mantenimiento de los valores tradicionales que defiende la derecha. Justamente una de las cuestiones que aún se conservan intactas en la izquierda, es el anticlericalismo, y así era en la Francia de 1789, y en virtud de ello, la ilustración levantó como bandera ideológica la RAZON, en contraposición de las ideas que sostenía la iglesia –aliada del Trono- a la que consideraban irracional y supersticiosa. El ataque a la iglesia Católica desde la Razón, pretendía arrasar con ésta, y con la caída de las ideas clericales daban por descontado que éstas arrastraría al absolutismo monárquico. Este hecho que la historia solo corrobora a medias, ya que no todas las monarquías fueron destituidas, pierde sentido cuando desde la izquierda se le quita quitar razón a la moral de la Iglesia, cuya doctrina se funda en valores que a lo largo de estos 2000 años han demostrado que la iglesia con su prédica constante y consecuente y su autoridad divina, contribuyo de manera singular en la defensa de las libertades y principios universales del hombre, hasta el punto de situarse en la alternativa más respetada, incluso por los no creyentes, ante las aberraciones del comunismo en su visión materialista y de la lucha de clases. Nadie sensato podrá negar que ha sido la iglesia de Roma quien más contribuyo a que las repúblicas de la Europa del este se libraran del comunismo. Hoy podemos afirmar que la “razón” de la izquierda fue derrotada por la que suponían, la “sin rabón” de la iglesia
Pero aun queriéndole reconocer a la izquierda el valor de la razón, ello resultaría imposible, pues la “razón” de la izquierda fue y es ambigua, ya que la izquierda nunca pudo discurrir por la facultad del entendimiento, el orden y el método para la prosecución de sus intenciones, a tal punto que bajo el postulado de “su razón” se ubicaron dentro de la izquierda, posiciones tan disímiles como la izquierda libertaria representada por el anarquismo con la negación del poder como estandarte, el marxismo, con la exaltación del totalitarismo del partido único, o el socialismo democrático de raigambre popular.
Otra consideración que ha llegado hasta nuestros días, es la de identificar los proyectos de la izquierda como proyectos progresistas, lo cual tiene su raíz en la historia, en la contraposición con el conservadorismo que en el siglo XVIII se erigía en el abanderado de la tradición, lo cual significaba el apoyo a la monarquía, el clero y la buguersía reinante, y por lo tanto desde esa posición conservadora y consecuente con el régimen, se resistía a cualquier cambio radical de los que proponía la izquierda. Es de aquí donde nace la contraposición entre conservadores y progresistas, la que posteriormente se identificará con la derecha y la izquierda.
Aquella visión del progresismo, una vez aceptada la democracia como residencia del poder por parte de la derecha, ha perdido totalmente el sentido histórico, y su empleo hoy, para definir una actitud de la que carece la izquierda, es absurda y mal intencionada, desde el mismo momento que los impulsos al progreso a partir de la democracia, se han dado al son de la libertad económica, postulado que niega la izquierda. Ha sido la derecha la que mantiene vigentes los objetivos de progreso, es la derecha la que construyo los ferrocarriles, desarrollo la industria y el comercio, saco al hombre al espacio, revoluciono las comunicaciones, la ciencia, expandió las fronteras del conocimiento, mientras vemos que es la izquierda la que aún vive anclada en la protesta, la rebeldía imberbe, frenando proyecto sin argumentos, erigiéndose falsamente el los paladines del medioambiente del que solo les interesa poner como barrera al desarrollo, y porque no recordar también, que aún mantienen el discurso, aunque rejuvenecido, de la lucha de clases, en la que no insisten con mayor fuerza no porque no porque hubiese desaparecido de la mala conciencia de la izquierda, sino por el pueblo ya no apoya falsas premisas, lo cual los obliga a una moderación impuesta por la necesidad del voto. En este aspecto la sociedad se demuestra más activa intelectualmente que la dirigencia de la izquierda, la que sigue nostálgica de las utopías del pasado. Hoy estamos en condiciones de afirmar con rotundidad que la fuerza progresista, incluso revolucionaría, es la derecha, en cuanto que alienta los cambios más espectaculares, pero lo que nunca aceptará la derecha es que esos cambios serán radicales.
También debemos tener presente que es la izquierda la que anima la permisividad frente al consumo de estupefacientes y la consecuente despenalización, la defensa del matrimonio entre gays y lesvinas, el minimalismo al que pretenden llevar la aplicación del Código Penal, y el apoyo a cuanto grupo reaccionario exista, ocupas, piqueteros, o ultras en general, los que sí efectivamente forman parte de la política que con orgullo irreverente llaman “de progreso”.
Solo faltaría que aquí y ahora la izquierda quiera hacer responsable a la derecha de las tremendas desigualdades sociales que existen en el mundo, el hambre, la proliferación de las plagas, el tráfico de personas, pero, ¿quienes gobiernan en eso lugares del mundo donde lamentablemente aquellas cosas ocurre?. ¿Por qué no se permite que el progreso llegue allí? No existe otra razón más que la barbarie de los dictadores de izquierda, los que empeñados en su supervivencia, impiden mediante la muerte y el terror cualquier atisbo de progreso. La réplica de la izquierda respecto de las penurias de los pueblos de los países a los he aludido sin nombrar, consiste en responsabilizar al imperialismo y al mercantilismo de las multinacionales.
Es preciso reconocer que la connivencia (que es una realidad) entre las dictaduras y el capital, en nada empañan con sus prácticas mafiosas a la derecha, y si hunde en la miseria a la izquierda, pues el capitalismo empresarial, como hemos visto en las Ideas y Sugerencias, no es la derecha, sino el capitalismo un componente más de ésta, y también hemos visto que el capitalismo sin el desarrollo del Estado de Derecho, del imperio de la ley, tiende por naturaleza al monopolio que es la negación de la libertad económica que sí es una consigna fundamental de la derecha. En cambio digo que las prácticas mafiosas entre capitalistas y dictaduras de izquierda hunde a ésta, pues son los gobiernos de la más deleznable de las izquierdas, la marxista, los se valen del capital en su propio beneficio.
Bien es cierto que esas multinacionales podrían oponerse a hacer negocios con las dictaduras, pero aquí entramos en el terreno de la ética, de los valores de cada empresa, al que no se le rehúye, pero que se aleja de esta discusión entre izquierdas y derechas.
Aunque sin entrar en detalles, en líneas generales la gran mayoría del pueblo cree tener (más o menos) claro que significa ser de izquierdas o de derechas, pero en ese más o menos, es donde la mala fe e intencionalidad en el manejo del lenguaje por parte de la izquierda, sumado a una prensa ideológicamente mayoritaria en favor de las “políticas de izquierda”, y la actitud vergonzante de la derecha, han logrado que la realidad se tergiverse y que la izquierda aparezca como “caperucita” y la derecha como “el lobo”. Mucho ha contribuido a desnaturalizar las posiciones de la derecha, las opiniones de los mal llamados intelectuales, los que constituyen un caso particular de la izquierda, la izquierda tilinga no comprometida. Volveremos sobre ellos.
Antes de entrar en las características particulares de cada “posición de la izquierda”, debemos destacar que desde el final de la guerra fría, la caída del muro de Berlín, y del imperio soviético, las posiciones de derechas e izquierdas han ido confluyendo en muchos aspectos prácticos de la gestión del gobierno de un estado moderno. Así estamos asistiendo al redescubierto de las “terceras vías”, y en general, a la idea del centro político, que desde un punto de vista geométrico, es el que da lugar y sentido a que se hable de derechas e izquierdas, pero como ya se verá, el centro desde un punto de vista ideológico carece de sentido, y las terceras vías, son una expresión moderna dentro de la izquierda. Para muchos opinantes, el centro político cobra especial sentido siempre que exista una izquierda revisionista y reivindicativa, incluso pro marxista, y una derecha extrema representada por los partidos ultras, reaccionarios y xenófobos, ya que como veremos, cuando se trata de izquierdas y derechas moderadas, el centro políticamente hablando puede que no encuentre identidad y naufrague en la ambigüedad.
En el caso de que aceptemos en principio la idea del centro político, lo propio es que hablemos de un centro derecha y centro izquierda, ya que ocupar el centro a secas define muy pocas cosas. Tampoco resulta indiferente saber como se llega al centro, es más, resulta fundamental a la hora de formarse una idea del centro, conocer desde que posición se ha migrado al centro. Antes iguales circunstancias, y más aun, cuanto más complejas y difíciles estas resulten, (guerras, globalización, catástrofes, crisis económicas etc), la reacción de un gobierno ubicado en el centro que provenga de la izquierda, no reaccionará de igual forma que si provine de la derecha.
Pero también cabe hacer un análisis paramétrico, y así como hemos hablado de una derecha moderara y otra ultra, dentro de la izquierda ocurre lo mismo, y así nos encontraremos con una izquierda moderada (socialismo democrático) y otra extrema (pro comunista), pero que entre la izquierda moderada y la derecha moderada, aunque estén en la actualidad próximas, en ningún caso se las puede confundir, ni mucho menos hablar de que las ideologías han muerto y por lo tanto descartar por anticuadas la concepción de derechas e izquierdas. En todos los casos en que la izquierda y derecha moderada encuentran un punto de tangencia, veremos que jamás continuarán juntas, ni tampoco que se crucen, sino que se repelerán y cada una regresará a su cauce con mayor o menor velocidad.
Pero también queda de manifiesto que entre dos posiciones antagónicas pero moderadas, no puede existir un centro políticamente hablando, pues en ese caso estaríamos frente a una ecualización de las ideas que no es prudente ni conveniente. Si es preciso si cabe, continuar con el análisis paramétrico dentro de cada posición moderada y seguir subdividiendo a las fuerzas moderadas de un lado y de otro, y por lo tanto, podemos concluir que resultará desde el punto de vista conceptual más correcto hablar de izquierdas y derechas moderadas, e identificar los diferentes matices que puedan existir, mediante los partidos políticos que se alberguen dentro de estas alternativas. Si así fuera, y quizás deba ser, habríamos dejado de lado la insulsa idea del centro como concepción
política y solo existiría el centro como eje para situar topográficamente las dos únicas ideologías, cada una con sus diferentes grados.
La izquierda
En primer lugar debo aclarar que será inevitable al definir las características de la izquierda, escapar de la comparación con la derecha. Esto tiene una explicación sencilla, y es que la derecha en el sentido de posesión del poder, la propiedad, y las tradiciones, siempre existió, aunque sin ser claro está “la derecha”, pues bajo esta denominación comienza a definirse, como es lógico, a partir del nacimiento de la izquierda. ¿Y donde debemos ubicar el nacimiento de la izquierda?. Existe coincidencia en situar su nacimiento con la Revolución Francesa, dado que ahí surge el primer levantamiento reaccionario contra el poder, la propiedad y las tradiciones. Aquí se encuentra el hecho trascendente de la Revolución Francesa, dado que no es una lucha dentro de las distintas familias entre las que se repartían el poder, algo habitual hasta entonces, sino que fue el pueblo organizado el que se subleva contra el propio sistema establecido desde siglos, y que a partir del triunfo de la revolución, se daría en llamar el Antiguo Régimen. A partir de allí, el poder en Francia deja de estar en posición de la nobleza para residir en el pueblo. Ahí nace la republica moderna, el concepto de nación tal y cual hoy lo entendemos.
El espíritu revolucionario se comenzó a gestar en el Parlamento, en el que se enfrentaban los partidarios de la monarquía y los republicanos y de la disposición que estos ocupaban en el hemiciclo. Ahí surge la denominación de derecha, que es donde se ubicaban los que abogaban por conservar el sistema (Trono y Altar), y el de izquierda para los revolucionaros en ciernes. Si bien algo anecdótico, como es la ubicación topográfica en un parlamento, aquello llevó a identificar dos formas antagónicas de concebir la organización social, y no cabe ninguna duda que lo sustancial era (y es) esta consideración.
Dicho ello, habrá que definir sobre que materias vamos a caracterizar a esta ideología, ya que si bien se puede intentar definir aspectos y actitudes históricas y fundamentalmente las distintas evoluciones de una misma idea contestaría, (socialismo liberal, reaccionario, marxismo, comunismo, socialdemocracia, etc), lo que al elector más le interesa, es conocer en que consiste lo que los propios socialistas han dado en llamar la “ética socialista”, respecto a temas concretos, ya sean sociales, económicos, o culturales.
Desde un punto de vista general, la izquierda está marcada por una idea y aplicación de las libertades, especialmente en materia de social, que tienden al libertinaje, lo cual se contrapone frontalmente con las ideas de orden y tradición social que defiende la derecha.
Mientras la izquierda defiende valores, la derecha principios. Los valores al tener polaridad (positivos o negativos) su interpretación responden a criterios personales y de cada etapa de la vida, y por lo tanto relativos, mientras los principios se sustentan en la tradición y las costumbres (moral), por lo tanto no depende de uno mismo sino que los va conformando la sociedad, lo cual los hace generalmente inmutables. En aras de defender a ultranza “él todo vale” dentro de límites difusos, ya que la legislación –aspecto básico en la definición del estado-nación -, en los gobiernos de izquierdas se relaja y el castigo a los desbordes de todo tipo se desdibuja, y la izquierda pierde la poca sustancia que la alimenta. La consecuencia de ello es que las sociedades que viven dentro de un sistema de permisividad extrema, están más propensas a caer en la criminalidad y la corrupción, aspecto este último que se incrementa, dada la magnitud que la izquierda da al estado y su burocracia. Por tanto la burocracia estatal tiende a implicarse en todas las instancias de la vida de una nación, alterando, trastocando y pervirtiendo según la voluntad del gobierno, la vida de las personas. En la izquierda la burocracia tiene un papel central, y la practica demuestra que allí se ha enquistado una “clase dirigente”, ocupada por los bendecidos por el “aparato del partido”, que anula el papel del funcionario público y lo reemplaza por lacayos del partido sufragados con dinero público, o sea, el Estado al servicio del partido.
La permisividad de la izquierda se manifiesta en la complacencia legislativa para permitir prácticas como el aborto, la eutanasia, despenalizar el consumo de drogas, o amparar las relaciones homosexuales e institucionalizar el matrimonio entre ellos, incluso la adopción de niños por parte de estos colectivos. Todas estas actitudes reñidas con el concepto tradicional de familia y sociedad –valores propios de la derecha-, son una constante en los gobiernos de izquierdas, y encuentran su explicación en la ausencia de los valores morales que son propios del acatamiento o aceptación de los preceptos que rigen desde las costumbres o de propia Iglesia de Católica. Así la izquierda, en forma lenta pero sin pausa, va minando el concepto de autoridad que debe regir en la sociedad civil, en la familia o en el caso particular de los centros de educación, incitando a los jóvenes a una rebeldía inconducente que hoy entraña muchísimos más peligros que cualquier otra forma de indocilidad adolescente anterior. La izquierda al atacar los principios tradicionales de la convivencia social, va creando personas mas o menos individualistas, lo cual promueve el egoísmo, actitud propia de quienes solo adoptan valores relativos que satisfagan sus apetencia personales o del reducido grupo al que pertenecen, e ignorando el medio con el cual necesariamente deben convivir. Esto les lleva inevitablemente al alejamiento de la convivencia comunitaria o familiar, las que exigen el acatamiento a principios universales y por lo tanto integradores. En cierta medida se puede asimilar la actitud disociadora que preconiza veladamente la izquierda en la sociedad, con el concepto tradicional de lucha de clases.
La idea sobre las libertades con márgenes indefinidos sobre la que se sustentan la izquierda, es el motivo por el cual en los países anglosajones, se define a la izquierda como liberal, en contraposición con el puritanismo calvinista, lo cual lleva a los no entendidos a confundir con el liberalismo, el que está en las antípodas de la izquierda liberal. El liberalismo se sustenta en el concepto y valoración de la libertad como una doctrina ética, política y filosófica. En cambio, las libertades políticas y sociales, no así económicas, que inspiran a la izquierda democrática, no responden a criterios filosóficos sino que son simples prácticas reaccionarias contra los valores tradicionales, y ese abuso en el uso de la libertad, hace que en muchos casos se lleven por delante la ética, y siempre la moral, en sus dos vertientes, costumbrista o cristiana, a la que niegan todo valor.
Aunque no corresponde al análisis que aquí se realiza, como estoy refiriendo a la Ética y la Moral, es prudente realizar algún apunte. Como ambas son disciplinas normativas que buscan el bien personal y colectivo se suelen confundir, pero el elemento central que las diferencia, es el concepto de Autoridad. Mientras que para la ética la autoridad es el Yo, reconoce como única autoridad el juicio racional de cada uno de nosotros. En cuanto a la Moral, como la misma está definida por diversos elementos normativos, La Religión, las costumbres, la ley, las buenas maneras, etc., no es posible definir una autoridad. En lo referente a la Religión la autoridad recae en Dios y se ejerce través de la jerarquía eclesiástica, y respecto de las costumbres, tradiciones y normativas, la autoridad recae en la sociedad y es ella misma quien la ejerce a través de sus representantes.
Continuando con el tema central, las liberalidades de la izquierda constituyen el producto de la laxitud del poder sobre sobres las masas, de la permisividad de las leyes y de la predisposición de los gobiernos de izquierdas a no contemplar con igual celo la defensa de la libertad, a la que condicionan según la naturaleza de la materia que se trate, ya que no tienen por la libertad un criterio absoluto sino relativo y mutante.
Así ocurre en el campo económico, donde la izquierda restringe la libertad al comercio y la producción, actividades que en todo momento están bajo la tutela del poder, convirtiendo a las fuentes de producción en una herramienta del gobierno, anulando de este modo el concepto de propiedad. Es justamente este aspecto de la aplicación parcial de las libertades, lo que nos lleva decir que la libertad no es para la izquierda un concepto ideológico, sino un estado de conveniencia aplicable según parámetros relativos, que van desde la debilidad con la que defienden para las normas sociales, hasta la fortaleza en la intervención estatal sobre los factores de creación y distribución de la riqueza.
Por otra parte, si bien aquí no hemos de analizar los regímenes totalitarios, si hay que reconocer que la izquierda tiende a reaccionar mal frente a la pérdida del poder, algo que la lleva en ocasiones, a adoptar medidas reñidas con la tradición del derecho democrático. Los fraudes más escandalosos de la historia se encuentran en la órbita de los países socialistas.
Si bien he anticipado que era difícil definir a la izquierda en tres palabras, en los aspectos generales, puede que la explicación anterior haya cumplido con la asignatura, pero ese análisis no estaría completo si no matizáramos las diferencias que se encuentran dentro de lo que denominamos izquierda. Dentro de la izquierda nos encontramos con un abanico de opiniones, que van desde las posiciones reaccionarias, -aunque en ocasiones bajo un disfraz demócrata-, hasta las socialistas democráticas puras representadas por el socialismo europeo de la segunda mitad del siglo XX. Entre las primeras encontramos a los partidos pro marxistas, los cuales aspiran a hacerse con el poder para destrozar la democracia, y entre los segundos, los clásicos partidos socialistas europeos, como por ejemplo, el laborismo inglés. Dentro de este abanico extremo, lo que define con mayor claridad el comportamiento de cada una de “las izquierdas”, es el respeto por las libertades individuales. Mientras los pro marxistas las niegan, el socialismo democrático hace de ellas una virtud.
Esto último constituye sin lugar a dudas el aspecto más trascendente de cuantos hasta ahora hayamos intentado abordar, y por lo tanto, ello nos obliga rápidamente a poner un orden de magnitud, una caracterización que termine con la denominación genérica de izquierda. Para ello debemos trazar un eje que divida transversalmente la izquierda, el cual nos permitirá ya no solo denominar ahora a las izquierdas en el sentido topográfico, sino fundamentalmente en el político, y definir con rotundidad el concepto de extrema izquierda, a la cual le asignamos por definición un carácter antidemocrático y autoritario y violador de las libertades individuales, respecto de la izquierda liberal en sus distintas versiones, que es la que se ha intentado definir.
La derecha
La derecha responde a los conceptos de tradición, orden y libertad, entendida ésta con criterio universal, y con la ley, aun la no escrita, como marco de convivencia moral y costumbrista. Si bien los conceptos de orden y libertad pueden parecer antagónicos, en ningún caso lo son, pues la Ley y la igualdad de todos los hombres frente a ella, garantiza y guarda un concierto armónico, conjugando los dos valores de forma tal de permitir todo grado de movilidad, y solo conteniendo los desbordes. ¿y cómo determina la derecha los conceptos de contención o movilidad?, y la respuesta está en las acciones, costumbres y tradicionales de las personas, vistas estas desde el punto de vista de la bondad o malicia de cada individuo, o sea que establece los límites desde la Moral.
También hay que recordar que es la igualdad ante la ley en donde reside la democracia liberal, la que se contrapone a la democracia radical, y que si bien es cierto que es la izquierda quien se ha adueñado del fundamento de la igualdad del hombre frente a la ley, esto no es así, ya que lo que la izquierda pretende es otra cosa muy distinta, y que es la igualdad de los hombres mediante la ley.
El concepto de libertad para la derecha es doctrinario, ideológico, abarca el universo de cada individuo y a su vez el de la organización social, y por lo tanto, se puede concluir que la libertad se conjuga en el conjunto de las ideas fundamentales que caracteriza el pensamiento ilimitado del ser humano.
Para el pensador italiano Bobbio, el juego entre la libertad y la igualdad da lugar a cuatro actitudes posibles. Unos niegan ambas; son las ideologías de extrema derecha o fascistas. Otros niegan la libertad y defienden la igualdad; es el comunismo. Un tercer grupo defiende la libertad y rechaza la igualdad; son los liberales y conservadores, la derecha democrática. Por último, quedan quienes defienden ambas; es el socialismo democrático. Está claro que ante tal proposición, fina e inteligente, la cuarta opción parece se desprende la ideal, pero aquí está la trampa, ya que libertad e igualdad no pertenecen la misma escala de valores, y por tanto el juego que propone Bobbio es incorrecto. En todos los casos la libertad se impone a la igualdad por ser la libertad un concepto anterior, ya si condicionamos la libertad, observamos que la igualdad queda sujeta al mayor o menor grado de libertad. Por otra parte, la igualdad no es en si un bien absoluto. Si lo es ante la ley y ante la posibilidad de satisfacer las necesidades materiales o proporcionar bienestar o deleite, pero por lo demás, la propia condición humana nos separa y diferencia, por lo cual es utópico pretender que todos seamos iguales cuando intrínsecamente no lo somos. En este aspecto la izquierda es tramposa, y deforma la realidad mediante un juego de palabras. Es más, la imposición de la igualdad ante todo y para todos puede resultar denigrante para el ser humano, ya que pone en evidencia pública al torpe frente al listo. Por ello la derecha, como defensora de los principios morales derivados de la Verdad, nunca pondrá en evidencia al hombre frente al hombre, ya que el hombre se pondrá en evidencia solo frente a Dios.
De allí que los principios morales sean una consigna de la derecha, de los que se devienen la defensa de la familla, las tradiciones y el respeto por los derechos del hombre, sin olvidar que también está la contraprestación de las obligaciones. Quizás en estas consideraciones se encuentren las principales diferencias entre derecha e izquierda.
Está claro que no se puede cerrar este capítulo sobre la derecha sin hacer mención a los aspecto que por obra y desgracia de la izquierda, el pueblo por lo general en mayor grado identifica con la derecha, y que es el economicismo y defensa del mercado. Por lo tanto aquí es preciso definir el liberalismo económico, el mercado y el capitalismo.
A propósito del mercado y la igualdad, sostiene Rodríguez Braun, “El pensamiento único se apoya en lo malo de la desigualdad para hostigar a la libertad. Pero en los mercados hay igualdad y desigualdad: igualdad a la hora de competir y desigualdad en los resultados, porque hay personas cuyos bienes y servicios son más demandados por la sociedad que los de otras personas. Esto encaja con la vieja noción de igualdad, que no es socialista sino liberal: la igualdad ante la ley. Los socialistas (de todos los partidos) la pervirtieron transformándola en igualdad mediante la ley”.
Por otra parte ya me he referido a la ley como contención de economía, el capitalismo y el mercado, desde el mismo momento que la derecha reconoce las intervención conformes que son las que oponen a los monopolios, carteles u oligopolios. Pero aún hay más, la economía para la derecha no es un concepto superior, sino una herramienta de la que se vale para la generación de riqueza, incluso la derecha acepta que el estado participe de la vida empresaria, ya sea mediante sociedades públicas, corporaciones o incluso mediante participaciones el sector privado. Contrariamente a lo que se cree, la izquierda es materialista y la dialéctica del marxismo sustenta en gran parte su teoría, en la relación entre las fuentes de producción y el trabajo y funda su Razón en la posesión de la propiedad y la igualdad distributiva, todos conceptos de corte económico, mientras que la derecha funda su razón en la Libertad.
Las terceras vías
«Las ideas, incluso las grandes ideas, se pueden improvisar. Las creencias, no».
Ortega y Gasset
Descartado el centro político por inconsistente, nos quedan por analizar que es (o son) la tercera vía. En la última década se han referido a ella fundamentalmente dos pensadores, uno Ingles, Anthoni Giddens, y el otro alemán, Jürgen Habermars, y aunque con distinto propósito, ninguno a propuesto una teoría revolucionaria ni vanguardista. Aun mas, considero que la Tercera Vía que Giddens, diseñada para reforzar la posición política de Toni Blair, no es más que oportunismo político sobre ideas que como veremos, llevan más de un siglo de vigencia. Habermars propone un análisis muy riguroso sobre como contrapesar el poder el dinero y la solidaridad, pero sus buenas intenciones no siempre se perciben realizables.
El primer elemento engañoso que presenta la tercera vía, es que la pretenden posicionar como una alternativa intermedia entre la derecha y la izquierda, y el segundo que se la presenta como una doctrina moderna. Ni lo uno ni lo otro. En un artículo publicado en La Clave, firmado por Heleno Saña, nos recuerda que “El verdadero y más antiguo precursor de la tercera vía es Eduardo Berstein, que entre finales del siglo XIX y principios del XX escandalizó a la ortodoxia marxista declarando que era posible realizar el socialismo dentro del marco capitalista”. Debo recordar que Berstein pertenecía al Partido Obrero Democrático (alemán), inspirado por Lasalle y luego Engels, y que fuera prohibido por Bismarck en 1878, y levantada su prohibición en 1890, el partido adoptó una orientación marxista ortodoxa. En el congreso de Hannover de 1899, Berstein, el albacea de Engels, abandona toda ofensiva revolucionaria en nombre del gradualismo, y si bien fue condenado en el Congreso, recibe el apoyo de los sindicatos socialdemócratas.
Saña continúa con la historia y nos cuenta que “el 'Zentrum' fue originariamente un movimiento confesional surgido en Alemania en 1852 con el objeto de defender los derechos de los católicos combatidos por Bismarck. Disuelto en 1933 por Hitler, reapareció tras la Segunda Guerra Mundial con el nombre de democracia cristiana, convirtiéndose en la fuerza política más importante de los dos países ex fascistas Alemania e Italia”. Y por último Saña recuerda que, “el economista checoeslovaco Ota Sik publicó en 1972, tras el aplastamiento de la Primavera de Praga, un libro titulado exactamente 'Der dritte Weg", esto es, la 'tercera vía'.
Sobre el final de esta sección del ensayo, realizaré una distinción según la línea esbozada al comienzo respecto del pensamiento de Habermars y de Giddens, pera más allá de ello, me interesa rescatar una consideración de importancia: cualquier idea sobre “terceras vías” siempre constituyen una variante dentro de la izquierda, y en ningún caso debemos considerar a estas tesis, como síntesis o ecualización entre la izquierda y la derecha.
Dicho lo anterior, se desprende que desde la opinión que caracteriza este ensayo, las ideologías políticas continúan siendo las dos clásicas, con sus grados de adecuación y adaptación, y con las políticas propuestas por los Partidos, como última expresión de los matices. Es en virtud de ello, que la izquierda al encontrarse acorralada por el progreso de los gobiernos de derecha, decide “combatir al enemigo con sus propias armas, lo cual no es naturalmente un invento del señor Giddens y sus emuladores. Ya el canciller Bismarck estableció el primer sistema de seguridad social del mundo para combatir a la socialdemocracia” (Saña).
Y si bien las terceras vías lejos de constituir una alternativa cualitativa al sistema liberal-capitalista, solo pretenden aproximarse por conveniencia electoral, constituyendo en el mejor de los casos, a una burda variante del mismo. Pero aun así, la proximidad en el terreno económico en ningún caso implica que las “otras” diferencias entre la izquierda y la derecha hubiesen desaparecido. Aun tendremos como elementos diferenciadores entre la derecha y la tercera vía, la ética de la Razón (falaz) de la Izquierda, respecto de las tradiciones costumbres y principios de la moral de la derecha.
Una vez más es preciso recordar que para la derecha, la economía y el sentido de propiedad constituyen elementos derivados de la aplicación universal del concepto de libertad y legalidad, mientras que para la izquierda, la economía y la propiedad constituye el sentido de su existencia materialista. Pero aun así, la izquierda seguirá arrastrado a la derecha a la discusión dialéctica en el terreno de la economía, desvirtuando y falseando los orígenes de una y otra doctrina, con la finalidad de ocultar la raíz materialista de la izquierda y disimular su incapacidad consuetudinaria para administrar. El día que la derecha se sacuda su complejo y se lance a debatir ideas en nombre se identidad, la izquierda mucho tendrá que esforzarse para mantener sus adeptos, a los que ha ganado sobre la base de la mentira y la demagogia.
La concepción de Habermas
Según define Gustavo Bueno en “El mito de la izquierda”, la concepción de Habermas más que una teoría, es una idea de la izquierda actual que procede del intento de ofrecer a sus compatriotas lo que la izquierda alemana puede ser hoy. Intenta Habermars delimitar la idea de la izquierda principalmente con la izquierda comunista, y sostiene “la izquierda no comunista no debe cargar en sus espaldas con el comunismo, pero tampoco puede actuar como si nada hubiese pasado”. También Habermars se enfrenta a la socialdemocracia, por el “exceso de estado” que en ella se respira. La izquierda de Habermars es la del “rechazo visceral al poder”, pero a su vez no pretende ser revolucionaria, su actitud es la del reformismo radical, Es una izquierda que busca destacar el socialismo, pero un socialismo basado en la en la racionalidad democrática.
No obstante, resulta difícil interpretar sus discurso respecto del estado de bienestar y las fuentes de financiamiento, ya que por momentos da una visión apocalíptica del estado de bienestar al que considera la encarnación de la utopía socialista del bienestar para todos que da por agotada, razonado la misma, en la incapacidad de los estados actuales para financiar su coste, ya que sostiene que solo el estado puede ser poderoso económicamente hablando si aplica un fuerte intervensionismo. Pero a su vez sostiene que no ve otra alternativa que no pase por el mantenimiento del estado de bienestar, incluso para los gobiernos capitalistas, a los que pone en la disyuntiva de fracasar si destruyen la sociedad del bienestar, pero también si se proponen mantenerla.
Habermas cobra protagonismo universal cuando sostiene que “el Estado Alemán se acabó. Lo que podemos aportar como nación es precisamente percatarnos de la situación mundial: que la propia idea del estado nacional es la hoy la desgracia de Europa y todos los continentes” (¿apología de la globalización?). Y afirma que hay que alcanzar la universalidad pero desde una identidad nacional, la identidad alemana, recuperada por la Constitución de Bonn, la constitución que devolvió la identidad a las dos alemanias. La nación, en suma, permanece para la izquierda de Habermans, como el soporte para el “patriotismo constitucional”, como identidad postnacional (G. Bueno).
Desde mi punto de vista, la intencionalidad de Habermars difícilmente alcanzará universalidad, y solo puede llegar a prender en algunos estados de Europa fundamentalmente por el acierto (discutible) de establecer la idea del “patriotismo constitucional” tan necesario en muchos rincones de Europa. Pero desde el punto de vista de su nueva visión de la izquierda, y fundamentalmente la opinión respecto del estado y su papel social, su tesis se asemeja al socialismo libertario, él que encuentra en el anarquismo decimonónico su aproximación utópica más semejante, y nunca desarrollada por estado alguno. El nihilismo nunca dejara de ser una travesura juvenil. Posiblemente en el caso de Habermars, que no es precisamente joven, no se trate de travesura, pero si de un despiste monumental, por el cual pocos saben en donde encasillarle.
Giddens y el laborismo ingles
Poco aportaré a esta idea del pensador inglés, en principio, porque la considero un programa electoral concebido para derrotar a la derecha, propósito que logró, y por lo tanto, una plataforma en donde conviven el capitalismo y el estado de bienestar.
Si no se analiza en el tiempo (siglos) el comportamiento de los gobiernos ingleses, su democracia, la política y la prosperidad del Reino Unido, podríamos convenir que la plataforma de Giddens fue todo un éxito, no ya por su buena acogida electoral, sino por los niveles de grandeza alcanzados por el Reino Unido. Pero no es así, Inglaterra, mas allá de los pensadores, gobiernos y propaladores de ideas, desde siempre su sociedad conservadora ha demostrado estar a la vanguardia de la humanidad y muy por encima de sus gobiernos. Ni la ultracosnervadora Margaret Thatcher , ni el liberal de izquierdas Toni Blair, han variado sustancialmente el rumbo de Inglaterra en los últimos 20 años, aunque siempre han demostrado respecto por las ideas que en cada momento se imponen según el paso de los EE. UU.
Lo que los Ingleses no aceptan son los híbridos (y de ello debemos tomar lección y aprendizaje), y entre M. Thatcher y Blair estuvo J. Major, de quien la historia ni su pueblo seguramente se recordarán.
Si se quiere seguir el ejemplo de una democracia moderna (en toda época), de su excelsa vida política y del progreso social de su sociedad en un marco de costumbrismo envidiable, no miremos hoy a Giddens como la novedad, sino a la Inglaterra histórica, de la que Manuel Fraga aconseja a los políticos a seguir una “vida centrada, que no sigan senderos alejados de los grandes movimientos ideológicos anglosajones, los que permite gobernar un Estado que tiene una plasticidad extraordinaria”. Punto.